Miserable
Tengo un gran recuerdo de mi amiga Fernanda.
A los veinte, estuve muy enamorado de ella, pero nunca me animé a decírselo. Ahora, a la distancia, me parece imposible que no se haya dado cuenta. Me provoca una mezcla de vergüenza y ternura recordar esa situación.
El tiempo pasó, nos hicimos más amigos, yo me enamoré de otras y ella formó una familia.
Obligaciones y viajes nos fueron distanciando y ya casi ni nos hablamos.
Anoche soñé con ella: nos mirábamos, nos tocábamos, nos cogíamos. Nos amábamos.
Hoy tuve la necesidad de llamarla. Charlamos un buen rato y me dio la primicia de su segundo embarazo. Me puse muy feliz. Creo.
En un segundo plano quedaron la alegría provocada por una confirmación laboral esperada y mi (supuesta) estabilidad sentimental.
Ahora estoy acá, frente a esta pantalla, buscándole una explicación al insomnio.
Hay sueños que simplemente se revelan ante nuestras negaciones, y no hacen más que recordarnos que las cosas no están tan bien como creemos.
A los veinte, estuve muy enamorado de ella, pero nunca me animé a decírselo. Ahora, a la distancia, me parece imposible que no se haya dado cuenta. Me provoca una mezcla de vergüenza y ternura recordar esa situación.
El tiempo pasó, nos hicimos más amigos, yo me enamoré de otras y ella formó una familia.
Obligaciones y viajes nos fueron distanciando y ya casi ni nos hablamos.
Anoche soñé con ella: nos mirábamos, nos tocábamos, nos cogíamos. Nos amábamos.
Hoy tuve la necesidad de llamarla. Charlamos un buen rato y me dio la primicia de su segundo embarazo. Me puse muy feliz. Creo.
En un segundo plano quedaron la alegría provocada por una confirmación laboral esperada y mi (supuesta) estabilidad sentimental.
Ahora estoy acá, frente a esta pantalla, buscándole una explicación al insomnio.
Hay sueños que simplemente se revelan ante nuestras negaciones, y no hacen más que recordarnos que las cosas no están tan bien como creemos.