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16.1.07

Espera

    Hasta hace unos meses, al lado de mi casa vivía una solterona. Sola, la octogenaria, se las arreglaba bastante bien para los quehaceres domésticos y se la veía siempre saludable.
    Cuando era más chico, saltaba la medianera y la ayudaba a bajar de la parra los racimos de uva "chinche": un balde para ella, uno para mi. Ya de grande, me limitaba a arrancar alguno que pasaba para mi casa.
    Un día parece que se enfermó. Dejé de verla seguido y, según cuentan, se le complicó el tema de la soledad.
    Un par de sobrinos se turnaban para hacerle compañía, pero cada vez estaba peor. Al fin, decidieron internarla en un geriátrico cuando se fracturó la cadera en un tropezón.
    De unos meses a esta parte pasan los sobrinos una vez por semana a ventilar la casa. Algunas veces les pregunté por la tía. No me costó darme cuenta de que están esperando que la vieja se muera.
    Esperan.
    Cumplen religiosamente con las obligaciones.
    Pero esperan.
 
    Hay ciertos amores que ya no se ven tan saludables. Tuvieron su momento de esplendor, pero se transformaron lentamente en una rutina. Tal vez no sea lo más correcto matarlos. Habrá que seguir cumpliendo con las obligaciones y dejarlos que se vayan muriendo solos.
 
    Recién me asomé por la ventana. La parra se secó.